Dado el oscurantismo
imperante en el CNC, la mayoría de los neocatecumenales entraron en la
comunidad sin saber dónde se metían, situación que apenas ha variado con el
tiempo, es decir, no han entendido casi nada, pues sabido es que los kikotistas
están para machacar a los listillos, a los que hacen preguntas y se cuestionan
las cosas, a los que no crucifican la razón.
El primero de todos los
cuestionamientos tendría que ser el de la presunta autoridad y superioridad
moral de los kikotistas, que procede del hecho (concreto) de que los
neocatecumenales consideran "credenciales de fe" todos los roles
inútiles que se otorgan en el CNC: ostiario, didáscalo, lector, corresponsable,
salmista y los más golosos: responsable de salmistas y kikotista. Son roles, pero
los disfrazan de carismas y muchos neocatecumenales compiten con luchas
internas más o menos feroces por alcanzar uno de estos roles golositos. Todo
vale la difamación del otro, el halago a los capos, la murmuración… todo sea
por apoderarse del presunto carisma. Y no se dan cuenta de tanta lucha y tanto
juego sucio demuestran que no son carismas del Espíritu Santo, sino ambiciones
humanas.
Las credenciales deberían
entenderse como prueba del nivel de conocimiento alcanzado, pero para la
mentalidad neocatecumenal dura y pura se entienden como "ventajas"
que los otros -que son Cristo- no tienen porque son peores.
Hay alguna entrada que
expone razones por las que los neocatecumenales no son catequistas, son kikotistas,
que es una forma de idolatría. Esta está dedicada a los kikinerantes.
La "misión",
que no es cuestión de kilómetros de distancia, es solo la de la Iglesia, ya que
Jesús eligió a los apóstoles, y los envió específicamente, otorgándoles dones
sobrenaturales y la intervención del Paráclito. Por tanto, nadie puede
definirse como "misionero" si la autoridad que lo envía no se remonta
directamente a Pedro. Un integrante de una orden reconocida y aprobada por la
Santa Sede específicamente para las misiones puede ser llamado misionero. Pero
un laico casado no puede calificarse formalmente como "misionero",
sus deberes conciernen ante todo a su cónyuge y a sus hijos, no puede jugar al
"misionero" (ni involucrar a su familia en el juego). Y el Estatuto
del Camino no da -ni podría dar- valor a los laicos en las "misiones"
autoorganizadas del Camino.
Los hermanos del Camino
que ostentan la credencial "en misión" fueron enviados por Kiko y sus
kikotistas. Su "misión" consiste en asentar el Camino en términos de
prestigio, cantidad de miembros y, sobre todo, dinero. La
"disponibilidad" personal para la "misión" de esta gente, aunque
no sean malas personas, no concierne a la Iglesia Católica (solo a modo de pantalla),
sino al Camino. Baste recordar los casos de Japón y de Guam. Los neocatecumenales
bien adiestrados están llenos de prejuicios contra la Iglesia Católica, a la
que consideran caduca y trasnochada, su “misión” no es hacer nada por ella, trabajan
en exclusiva para el Camino, para la difusión del Camino, para robar fieles a
la Iglesia.
Para alcanzar sus fines,
necesitan fingir que creen en la Iglesia, pero jamás un caminante quita
recursos, prestigio o medios al Camino para dárselos a la Iglesia. Al revés, sí,
esa es su “misión”.
Así, nunca un caminante
se ausenta libre y voluntariamente de una liturgikika para participar en una
liturgia católica, sería pecado grave, nunca un caminante se ausenta voluntaria
y libremente de una konvivencia para realizar una obra de caridad (como, por
ejemplo, asistir a su cuñada enferma).
En resumen, el Camino es
espiritualmente un parásito, socialmente es una secta -en el pleno sentido de
la palabra: algo que "separa" y crea "división"-. Sus
líderes de pandillas: la aristocracia kikolátrica compuesta por responsables, kikotistas,
kikinerantes, etc. no tienen autoridad ante Dios y ante la Iglesia, porque a
pesar de sus muchas palabras grandilocuentes, de llenar sus discursos con
términos católicos y versículos de las Escrituras, tienen como referencia
última solo el triple becerro de oro de categoría superior: el trípode
Kiko-Carmen-Camino. Su boca está llena del nombre del Señor, pero su corazón
está lejos de Él, en su corazón sólo hay lugar para el triple becerro de oro.
Vuelvo al tema de los “misioneros”.
La gente normal tiene una vocación, los neocatecumenales, son tan últimos y
peores que pueden tener doble o triple vocación. Es que ellos tienen unos
kikolarres en los que el espíritu "pasa", y cuando pasa, pasan cosas...
En su ignorancia creen
que tienen vocación al matrimonio y también vocación a ser misioneros.
A esto último lo llaman "hacer la voluntad de Dios" y suelen utilizar
esta frase en moniciones y homilías de algunos presbis para dejar claro que si en
una sola ocasión has pensado en ser kikinerante, entonces debes "hacer esa
voluntad".
Los kikotistas, que son
más últimos y más peores que nadie, a menudo sugieren "esa voluntad"
a personas concretas con frases sencillas pero insinuantes: "Te ves apto
para la misión, ¿por qué no haces una experiencia?", ese tipo de cosas.
En algunos casos alguien se siente gratificado por la valoración positiva y se
deja engañar.
El problema de las
familias es que no basta con que marido y mujer estén de acuerdo, porque los
hijos no tienen esa "vocación", sino que la sufren.
En cierto momento, de hecho, pusieron la regla (creo que nunca se cumplió) de
que quienes tuvieran hijos adolescentes no se levantasen para la misión. Evidentemente
hubo bastantes casos en los que los adolescentes sufrían y creaban problemas. Adolescentes
o no, todo niño desarraigado sufre.
Esos niños, que a su vez
se convierten en "misioneros", no son diferentes de los niños que
acaban haciendo el mismo trabajo que sus padres. Ya tienen un canal abierto. Pero
la vocación, la de verdad, no es hereditaria, los negocios familiares (la
tienda de zapatos, el taller mecánico, el estanco…), sí. Estos niños son
convertidos en mercaderes de una fe de opereta.
En la Iglesia Católica
las “vocaciones” NUNCA son colectivas, sino personales. En el neocatecumenalismo,
sin embargo, inventaron las "vocaciones colectivas": toda la familia
"en misión" para llevar el kikismo a dónde Kiko diga.
He conocido a varias
familias "en misión neocatecumenal" en sus lugares de
"misión", encontré algunas enojadas, deprimidas, nada disponibles y
nada dispuestas a una cálida acogida. Y no es cierto que "lo dejen
todo".
Sé de quienes no han
salido de casa, por ejemplo; de los que se fueron solo después de encontrar un
buen trabajo en la tierra de misión, por ejemplo; de los que están más “en
casa” que en misión con mil justificaciones, por ejemplo; de quienes han cursado
una brillante carrera en tierras de misión, por ejemplo; de los que regresan no
considerándose aptos; de los que abandonan el Camino.
No se habla de todo esto,
pero sucede de forma habitual.
Las "vocaciones
colectivas" no funcionan.
Marco