miércoles, 8 de mayo de 2024

Requisitos para la salvación

 

Del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 1-6

«En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo: «Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto».



En los albores del Cristianismo, cuando empezaron a entrar gentiles en la Iglesia, hubo quienes les señalaron y confundieron con doctrinas erradas.

Los gentiles venían del paganismo, del politeísmo posiblemente, y la idea de un único Dios verdadero debía ser toda una novedad para ellos. Y más todavía si ese Dios único, todopoderoso y trino, no reclamaba sacrificios ni oblaciones, ni holocaustos ni vestales ni cosa por el estilo.

Pero entonces llegaron los listos del lugar, los que habían dedicado su vida a memorizar los mamotretos la Ley y los profetas, los que se consideraban a sí mismos únicos intérpretes válidos de la voluntad de Dios, precisamente por ese conocimiento aprehendido, y estos listos alarmaron a los gentiles con la fantochada de que no ir a la comunidad es pecado grave y quién no camina no se salva cumplir la ley de Moisés era condición indispensable para la salvación.

Es decir, lo que los presuntos sabios predicaban es que la salvación no venía de Jesucristo, sino del Camino y de Kiko, su profeta, sino de Moisés.

Ponían a Kiko Moisés por encima de Jesucristo porque no se habían enterado de nada.

Pero hay que reconocerles algo: los apóstoles y los presbíteros de entonces les corrigieron y ellos aceptaron la corrección, no como otros que no voy a mencionar. Y la desobediencia a la Iglesia jamás ha sido síntoma ni indicio de santidad.

 

lunes, 6 de mayo de 2024

Los neocatecumenales no son misioneros

 

Dado el oscurantismo imperante en el CNC, la mayoría de los neocatecumenales entraron en la comunidad sin saber dónde se metían, situación que apenas ha variado con el tiempo, es decir, no han entendido casi nada, pues sabido es que los kikotistas están para machacar a los listillos, a los que hacen preguntas y se cuestionan las cosas, a los que no crucifican la razón.

El primero de todos los cuestionamientos tendría que ser el de la presunta autoridad y superioridad moral de los kikotistas, que procede del hecho (concreto) de que los neocatecumenales consideran "credenciales de fe" todos los roles inútiles que se otorgan en el CNC: ostiario, didáscalo, lector, corresponsable, salmista y los más golosos: responsable de salmistas y kikotista. Son roles, pero los disfrazan de carismas y muchos neocatecumenales compiten con luchas internas más o menos feroces por alcanzar uno de estos roles golositos. Todo vale la difamación del otro, el halago a los capos, la murmuración… todo sea por apoderarse del presunto carisma. Y no se dan cuenta de tanta lucha y tanto juego sucio demuestran que no son carismas del Espíritu Santo, sino ambiciones humanas.

Las credenciales deberían entenderse como prueba del nivel de conocimiento alcanzado, pero para la mentalidad neocatecumenal dura y pura se entienden como "ventajas" que los otros -que son Cristo- no tienen porque son peores.

Hay alguna entrada que expone razones por las que los neocatecumenales no son catequistas, son kikotistas, que es una forma de idolatría. Esta está dedicada a los kikinerantes.

La "misión", que no es cuestión de kilómetros de distancia, es solo la de la Iglesia, ya que Jesús eligió a los apóstoles, y los envió específicamente, otorgándoles dones sobrenaturales y la intervención del Paráclito. Por tanto, nadie puede definirse como "misionero" si la autoridad que lo envía no se remonta directamente a Pedro. Un integrante de una orden reconocida y aprobada por la Santa Sede específicamente para las misiones puede ser llamado misionero. Pero un laico casado no puede calificarse formalmente como "misionero", sus deberes conciernen ante todo a su cónyuge y a sus hijos, no puede jugar al "misionero" (ni involucrar a su familia en el juego). Y el Estatuto del Camino no da -ni podría dar- valor a los laicos en las "misiones" autoorganizadas del Camino.

Los hermanos del Camino que ostentan la credencial "en misión" fueron enviados por Kiko y sus kikotistas. Su "misión" consiste en asentar el Camino en términos de prestigio, cantidad de miembros y, sobre todo, dinero. La "disponibilidad" personal para la "misión" de esta gente, aunque no sean malas personas, no concierne a la Iglesia Católica (solo a modo de pantalla), sino al Camino. Baste recordar los casos de Japón y de Guam. Los neocatecumenales bien adiestrados están llenos de prejuicios contra la Iglesia Católica, a la que consideran caduca y trasnochada, su “misión” no es hacer nada por ella, trabajan en exclusiva para el Camino, para la difusión del Camino, para robar fieles a la Iglesia.

Para alcanzar sus fines, necesitan fingir que creen en la Iglesia, pero jamás un caminante quita recursos, prestigio o medios al Camino para dárselos a la Iglesia. Al revés, sí, esa es su “misión”.

Así, nunca un caminante se ausenta libre y voluntariamente de una liturgikika para participar en una liturgia católica, sería pecado grave, nunca un caminante se ausenta voluntaria y libremente de una konvivencia para realizar una obra de caridad (como, por ejemplo, asistir a su cuñada enferma).

En resumen, el Camino es espiritualmente un parásito, socialmente es una secta -en el pleno sentido de la palabra: algo que "separa" y crea "división"-. Sus líderes de pandillas: la aristocracia kikolátrica compuesta por responsables, kikotistas, kikinerantes, etc. no tienen autoridad ante Dios y ante la Iglesia, porque a pesar de sus muchas palabras grandilocuentes, de llenar sus discursos con términos católicos y versículos de las Escrituras, tienen como referencia última solo el triple becerro de oro de categoría superior: el trípode Kiko-Carmen-Camino. Su boca está llena del nombre del Señor, pero su corazón está lejos de Él, en su corazón sólo hay lugar para el triple becerro de oro.

Vuelvo al tema de los “misioneros”. La gente normal tiene una vocación, los neocatecumenales, son tan últimos y peores que pueden tener doble o triple vocación. Es que ellos tienen unos kikolarres en los que el espíritu "pasa", y cuando pasa, pasan cosas...

En su ignorancia creen que tienen vocación al matrimonio y también vocación a ser misioneros.
A esto último lo llaman "hacer la voluntad de Dios" y suelen utilizar esta frase en moniciones y homilías de algunos presbis para dejar claro que si en una sola ocasión has pensado en ser kikinerante, entonces debes "hacer esa voluntad".

Los kikotistas, que son más últimos y más peores que nadie, a menudo sugieren "esa voluntad" a personas concretas con frases sencillas pero insinuantes: "Te ves apto para la misión, ¿por qué no haces una experiencia?", ese tipo de cosas.
En algunos casos alguien se siente gratificado por la valoración positiva y se deja engañar.

El problema de las familias es que no basta con que marido y mujer estén de acuerdo, porque los hijos no tienen esa "vocación", sino que la sufren.
En cierto momento, de hecho, pusieron la regla (creo que nunca se cumplió) de que quienes tuvieran hijos adolescentes no se levantasen para la misión. Evidentemente hubo bastantes casos en los que los adolescentes sufrían y creaban problemas. Adolescentes o no, todo niño desarraigado sufre.

Esos niños, que a su vez se convierten en "misioneros", no son diferentes de los niños que acaban haciendo el mismo trabajo que sus padres. Ya tienen un canal abierto. Pero la vocación, la de verdad, no es hereditaria, los negocios familiares (la tienda de zapatos, el taller mecánico, el estanco…), sí. Estos niños son convertidos en mercaderes de una fe de opereta.

En la Iglesia Católica las “vocaciones” NUNCA son colectivas, sino personales. En el neocatecumenalismo, sin embargo, inventaron las "vocaciones colectivas": toda la familia "en misión" para llevar el kikismo a dónde Kiko diga.

He conocido a varias familias "en misión neocatecumenal" en sus lugares de "misión", encontré algunas enojadas, deprimidas, nada disponibles y nada dispuestas a una cálida acogida. Y no es cierto que "lo dejen todo".

Sé de quienes no han salido de casa, por ejemplo; de los que se fueron solo después de encontrar un buen trabajo en la tierra de misión, por ejemplo; de los que están más “en casa” que en misión con mil justificaciones, por ejemplo; de quienes han cursado una brillante carrera en tierras de misión, por ejemplo; de los que regresan no considerándose aptos; de los que abandonan el Camino.

No se habla de todo esto, pero sucede de forma habitual.

Las "vocaciones colectivas" no funcionan.


Marco

 

sábado, 4 de mayo de 2024

Lo que Kiko no le coló a la Iglesia

 

Respecto al reconocimiento legal otorgado al Camino, cabe resaltar la discrepancia entre las aspiraciones frustradas de sus responsables y la cruda realidad.

Los hombres pueden actuar con doblez, pero la Iglesia es de Jesús y el Espíritu Santo vela para que no se introduzca en ella, de forma oficial, algo que no es suyo. 

El humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios

     Tras el CV II, los iniciadores de la cosa neocatecumenal aspiraba a que cada parroquia se convirtiera en una “comunidad de comunidades” (neocatecumenales, se sobreentiende) y querían que la Iglesia reconociera todo el tinglado pseudocatequético neocatecumenal con un Breve Pontificio, como se hizo con la Bula Papal para los ejercicios espirituales de San Ignacio.

Esta comparación, aunque absurda, fue sostenida por bastantes neocatecumenales en sus comentarios a los Estatutos. Kiko, tan sensible, no quería un reconocimiento a una asociación, sino a su OBRA, a su pretendido magisterio, a sus paparruchas, a su teatro y a sus expresiones.

La obstinada realidad es que las parroquias no han sido transformadas en comunidades de comunidades neocatecumenales, que ningún Papa ha emitido un Breve al respecto y que el Camino ha sido reconocido solo como una más de tantas REALIDADES ECLESIALES que dependen del mismo Dicasterio.
Sin embargo, aunque al ser tratado ni más menos que como todos los demás, los deseos y las "profecías" de Kiko se hayan hundido estrepitosamente, él persistió en reivindicar la pretensión de ser diferente a todo lo existente.
Así lo declaró Mons. Delgado: "los iniciadores manifestaron de INMEDIATO que NINGUNA DE LAS FIGURAS JURÍDICAS PREVISTAS POR EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO ERA ADECUADA A LA NATURALEZA DEL CAMINO".

Lo intentaron. Kiko quería el Breve. Dado que la humildad no es lo suyo, quería ser al menos como San Ignacio. Quería que la Iglesia reconociera su "obra" (los mamotretos), no su "movimiento".

Pero chocaron con el Vaticano, cuya voluntad siempre fue reconocer la Realidad Eclesial, y que solo les daba a elegir entre dos opciones: Asociación o Fundación.

Al no salirse con la suya, idearon la anómala "fundación autónoma compuesta únicamente de bienes espirituales y sin bienes propios".

Ya se ha hecho notar que los bienes espirituales no son propiedad del Camino, por lo que la formulación es absurda, pero les ha permitido, de forma engañosa, hacer pasar el Camino por un "itinerario". Es decir, el método como fin último, el método como garante de unos resultados que nunca llegan, el método por encima de las circunstancias, del tiempo, del lugar y de las personas. El método, el kikismo, es lo único que importa.

Para que entienda el trasfondo: El reconocimiento de una realidad eclesial es el mero reconocimiento del movimiento, con la especificación de que "la idiosincrasia propia" solo es válida dentro de los límites del propio movimiento. En cambio, el reconocimiento con un Breve habría supuesto la aceptación de la farfolla neocatecumenal de los mamotretos para toda la Iglesia.

Eso era lo que Kiko pretendía. Eso es lo que jamás se le ha concedido. Dios protege a su Iglesia.

Marco